Desde cuando el connotado Psicólogo Erich Fromm, publica su ensayo “Tener o ser”, se abre una puerta hacia el significado de la expresión Educar para el Ser. Y es que sin lugar a dudas, Fromm establece una perspectiva renovadora de cómo educar por fuera del simple intercambio de aprendizaje-recompensa, enfoque desde el cual, el aprendizaje se mide por una prueba y la recompensa está representada por una valoración “cuanti” o cualitativa, conforme a un modelo de lo que podríamos llamar el “deber saber”
Del mismo modo, como se
premia a un cachorro que trae el palo arrojado por su amo, recompensamos el
esfuerzo (no la habilidad) de los estudiantes con una nota en el reporte. Pero…
¿Cuánto puede transformar esa valoración al individuo desde su ser? ¿Podemos
formar seres comprometidos con la transformación de la sociedad, cuando
fundamentamos en nuestros estudiantes, que deben aprender solo para”tener” una
recompensa?
Educar para el ser implica
un compromiso del docente en orientar su labor pedagógica hacia el mejoramiento
integral del individuo, cuando solo se
“premia“ al estudiante con una buena nota, y no se le induce al desarrollo de
su propio ser, lo acostumbramos a vivir para el tener, y lo condenamos sin saber, a ese vació crónico, del que habla Fromm:
“…Hay personas
que desarrollan una ambición desmedida… Cada una, a su manera, intenta lo
mismo: saciar el hambre, o mejor dicho, la incertidumbre y el miedo que les
genera andar por el mundo. …Quizás
debamos entender que es preferible tener un poco de algo que mucho de nada…”
“…Parece que
tener es una función normal de la vida: para vivir debemos tener cosas. Además
debemos tenerlas para gozarlas. Parece que la misma esencia de su ser consiste
en tener; y si el individuo no tiene nada, no es nadie. ”
No significa esto que quien escribe
estas líneas, desdeñe el hecho de que alcanzar un buen nivel de vida, debería
ser el objetivo de todo individuo, pero cuando dirigimos nuestra vida
exclusivamente hacia el tener, suelen
sobrevenir desilusiones y frustraciones, propias de la realidad circundante, y
de las que nos sobreponemos, precisamente cuando hemos tenido la oportunidad de
edificar nuestro ser.
Educar para el ser, implica que
padres y maestros debemos crear un ambiente en el que los niños crezcan llenos
de curiosidad y seguros de sí mismo y de su entorno, permitiéndoles
experimentar el mundo, para transformarlo en un modo que tenga sentido para
ellos. El aprendizaje debe ser continuo y adaptable a las necesidades de los
niños, para que estas sean satisfechas en la medida de lo posible, y debe
permitirle al educando relacionar su aprendizaje con su futuro rol en la
sociedad.
El adulto, (padre o docente), tiene la responsabilidad de aprender a
respetar las estructuras mentales y emocionales de los niños, y aprovechar el
tipo de inteligencia (*) que desarrolla éste dentro de su proceso de
aprendizaje. El niño, por su parte, debe experimentar el valor del respeto y
aprender a respetarse a sí mismo y a los adultos, como base de su crecimiento
en valores y desarrollo integral.
(*)Teoría de las Inteligencias Múltiples
(Howard Gardner)