domingo, 19 de diciembre de 2010

Levar Anclas



“El mundo entero se aparta cuando ve pasar a
un hombre que sabe a dónde va.”

Antoine de Saint-Exupery




Hasta ahora mucho se ha tratado sobre liderazgo personal. Desde esta perspectiva podríamos pensar que el hombre vino al universo a encontrar oportunidades al alcance de su mano, que basta con un poco de conocimiento, actitud y manejo de las emociones para alcanzar un mundo de abundancia; que ha sido dotado de muchos talentos y habilidades que bien aprovechadas, lo pueden llevar al éxito en su vida. Pero, ¿qué hace que las personas no aprovechen esas posibilidades?, ¿por qué son pocos los que logran alcanzar las metas a costa de su propio liderazgo? ¿Qué obstáculos encuentran en el camino?, ¿cómo pueden vencer estos obstáculos?

La personalidad está compuesta por una amalgama de fuerzas interiores, que al mezclarse con fuerzas externas, puede producir una serie de bloqueos que afectan el flujo constante de la motivación. La familia, los amigos y la sociedad viven ejerciendo presión constante sobre el individuo y esta presión a veces llega a condicionarlo, de forma positiva o negativa.

En una sociedad apocalíptica, como la que vivimos, esta presión puede derivar en condicionamientos negativos que afectan ostensiblemente la conducta de las personas. Muchas veces estos condicionamientos se convierten en obstáculos, cuando las personas no utilizan su fuerza potencial, porque se les ha condicionado para pensar que son débiles.

Permítame recordarle la historia del elefante de circo, al cual desde pequeño se le ató una pata a una argolla enterrada en el suelo. Muchos fueron sus intentos por soltarse, y a pesar de que con el paso de los años, su cuerpo adquirió unas dimensiones descomunales, y una fuerza con la que podría arrancar la argolla de un solo tirón, ya se había convencido de que nunca podría soltarse, y había dejado de intentarlo. El animal, a pesar de una inteligencia que le permitía desarrollar asombrosas rutinas para entretener al público, permaneció años atado, sin intentar escaparse.

Las influencias pueden condicionar más que la experiencia, nuestro primer foco de influencia es nuestra familia. El amor, que generalmente se tiene por la familia, nos lleva a experimentar el valor de la lealtad a sus enseñanzas, sean estas buenas o malas. Sin embargo, en muchos casos la familia puede restringir de tal modo la autoestima y la confianza en sí mismo que, en la madurez, muchos experimentan algunos bloqueos para el ejercicio del liderazgo.

Otra irremediable fuente de influencias externas es el entorno social, del cual el individuo puede tomar las oportunidades para crecer y madurar y alcanzar sus ideales, pero también, puede verse absorbido por él mismo, y volverse mediocre. Se trata de ser sociales, sin perder la individualidad. Si nos conformarnos con el tipo medio de las personas que nos rodean, cortamos las infinitas posibilidades de hacer algo más valioso en nuestra vida.

Algunas veces nuestra propia experiencia nos condiciona. ¿Quién no ha dicho que se aprende de la experiencia?. La experiencia puede ser un factor condicionante, y una experiencia frustrante puede ser suficiente para abandonar una empresa.

Debemos recordar que no se nace con un conocimiento pleno del mundo, por ello, es natural que durante el aprendizaje se cometan errores, pero la sensibilidad del hombre lo hace proclive a la destrucción de su yo y en muchos casos, el fracaso lo paraliza, por miedo a cometer otro error, como si errar no fuera de humanos.

La actitud puede fortalecer o destruir: si nos vemos desde nuestros errores, seremos unos fracasados y el fracaso puede ser un obstáculo muy poderoso, y ante él sólo queda levar anclas, tomar fuertemente el timón y dirigir el barco hacia destinos maravillosos donde nos espera la felicidad.

Tomado del libro: "Un buen final, un gran comienzo" Pag 85

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