Gracias a una gran amiga, quien sistemáticamente envía valiosa información a través de la red, recordé con agrado mis inicios en las lides del desarrollo humano hace ya más de 10 años, cuando aun me servía de un paleógrafo y un vetusto proyector de acetatos, como ayudas audiovisuales para mis conferencias. De esta época hay recuerdos maravillosos, como mi primera conferencia en el Hotel Irotama de Santa Marta, luego de un proceso de departamentalización que había afectado las relaciones laborales, motivo por el cual quienes manejaban el recurso humano tuvieron a bien llamar a este aprendiz de motivador que se movía entre la cátedra y el negocio de las comunicaciones.
En esa época, yo usaba con frecuencia, el símil del bambú japonés, para ejemplificar lo que significaba el crecimiento interior. Era (y sigue siendo) mi mayor interés que el publico reflexionara en torno al conocimiento del mundo interior del que hablaba Sócrates en sus esbozos sobre autoconocimiento.
Comparto con agrado esta historia, que espero sirva de motivación para su vida:
Algo muy curioso pasa con el bambú japonés, pero que da una gran enseñanza de vida, el ciclo de maduración de esta planta, hace que durante los siete primeros años aparentemente no sucede nada con su semilla, cualquier cultivador pensaría que ha perdido su siembra, pero después de este periodo y en tan solo seis semanas, el bambú crece veinticinco metros. Podríamos pensar que el bambú no ha “crecido” durante siete años, pero en realidad, ha profundizado y fortalecido sus raíces, durante los primeros siete años de aparente inactividad, el bambú estaba desarrollando un complejo sistema de raíces, lo que definitivamente puede considerarse un crecimiento.
En los seres humanos ocurre lo mismo, muchas veces pensamos que no avanzamos, que no crecemos, buscamos triunfos apresurados, sin entender que atravesamos una etapa de crecimiento y fortalecimiento interior, y que el éxito es consecuencia de ese crecimiento.
A veces perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el tiempo que deseamos, pero debemos recordar siempre, que el éxito llega cuando somos perseverantes, y la impaciencia nos hace abandonar nuestros sueños, justo cuando estamos a punto de alcanzarlos. El impaciente difícilmente entenderá que solo llegan al éxito quienes perseveran y saben esperar el momento adecuado.
Muchas veces estaremos ante situaciones en las que pensaremos que nada está sucediendo, pero puede ser que como en el proceso del bambú japonés, estemos creciendo y fortaleciendo nuestras raíces, y `preparándonos para recibir lo mejor de la vida.
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